Pues así de rápido se ha terminado esa orgía de sexo, sangre y destrucción llamada Spartacus: Gods of the Arena. Seis semanas de torsos moldeados y tetas al aire combinados con unos efectos especiales más que dudosos, en los que se nos ha contado la historia de la House of Batiatus antes de que llegara el propio Spartacus a ella. Incidentalmente, ha coincidido en la misma semana que el estreno en Cuatro de Blood and Sand y su «por la polla de Júpiter», que parece que aunque no ha ganado la noche sí ha hecho unos datos decentes. Normal, aquí en España nos va mucho el morbo y la casquería, así que no es de extrañar que tenga su éxito.
Pero volvamos a la miniserie. En las precuelas situadas en un tiempo tan anteriormente inmediato a la serie original, se sabe perfectamente que los personajes nuevos no van a estar mucho tiempo danzando por la trama, es cuestión de simplemente saber cómo y por qué desaparecen de la historia. Y en Gods of the Arena, menos Batiatus, Lucretia, Onomeus, Crixus y alguno más, casi todos eran nuevos. Afortunadamente, las explicaciones en general, aunque no han sido increíblemente buenas (muy del estilo de la serie en sí), sí han sido lo bastante convincentes como para creérmelas. Incluso muchas veces han provocado una más que decente evolución de personajes, véase Lucretia y la muerte y entierro de Gaia.
Quizá lo más sorprendente cuando comenzó la cosa fue ver que los que más adelante son enemigos mortales, Solonius y Batiatus, empiezan con una gran amistad y camaradería, que sabemos que se van a torcer en algún punto de la historia. Esto no pasó hasta el final, y fue demasiado precipitado y poco creíble, casi como si les faltara tiempo para explicarlo correctamente. Entiendo que tengas y quieras dejar los petardos más grandes para el final, pero siempre puedes tirar unos más pequeños para ir caldeando el ambiente. Aquí alguna vez se intentó, pero la pólvora debía de estar mojada porque en ningún momento Solonius dio una sensación real de frustración y enfado que explique bien lo que pasó después. No sé, no quedé convencido.
Eso sí, aunque Gods of the Arena haga un mejor trabajo con los personajes que Blood and Sand, en Spartacus hay cosas que nunca cambian lleve el subtítulo que lleve. Los diálogos siguen siendo igual de risibles que siempre, ese extraño inglés que se piensa que quitando los artículos y los demostrativos suena a antiguo sigue presente y los efectos especiales han sido incluso peores (hasta hay un momento, creo que es en el capítulo cuarto, en el que se ve a uno de los gladiadores lanzado por una cuerda antes de que la espada le golpee). La sangre en los combates se sigue viendo más falsa que un billete de tres euros y si los edificios fueran de cartón piedra serían más realistas.
Pero bueno, a pesar de todo, considero que en general Gods of the Arena ha sido una digna sucesora (todo lo digna que puede ser) de la serie original, incluso mejor que ésta, y un más que decente substitutivo mientras no tengamos la segunda temporada.