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Mad Dogs o cómo cagarla al final

6 Mar

Las aventuras de los «putos borrachos ingleses» de Mad Dogs han llegado a su final después de cuatro semanas intentando sobrevivir en esa preciosa villa de Mallorca, sólo para darnos un desenlace demasiado raro y abierto que sinceramente desmerece un poco bastante lo visto en el resto de la miniserie.

Lo que hasta el momento era una miniserie que pasaba por muy entretenida e interesante, con un guión que a pesar de no tirar de lucimientos especiales lograba que el espectador mantuviera la atención gracias a esa sensación de encierro y de madeja liándose sola, en los últimos veinte-veinticinco minutos se convirtió en un gran recital de cómo forzar un final y no morir en el intento.

Con Mad Dogs he descubierto que odio los finales abiertos. Implicar cosas está muy bien, pero si no se hace correctamente queda la sensación de tomadura de pelo, y es como me he sentido al ver los títulos de crédito del último capítulo. Sí, se implica que Quinn lo que ha hecho es inmolarse para salvar del fatal destino al resto del grupo, pero… ¿Cuándo los otros se metieron a la piscina, dónde estaba él? ¿Por qué no estaba con los demás? ¿Y por qué él y no Woody? El discurso que el personaje de Max Beesley le suelta a María Botto está ahí para decirnos que en realidad él no tiene nada que perder, mientras que el pasado y la situación personal de Quinn no ha sido realmente tratado al mismo nivel que el del resto de los personajes. Pero bueno, digamos que el discurso ha sido una especie de intento por establecer un red herring y listos, no es el mayor problema que tuve con el final. Ese fue toda la historia de la pintura corporal.

Entiendo, y me parece más que lógico, que a estas alturas de la película la paranoia se haya apoderado de nuestros cuatro protagonistas y que por su culpa vean amenazas donde no las hay. Pero de ahí a tener que pasarnos cinco minutos viéndolos vestirse como los hijos de un mal polvo entre un indio americano y el William Wallace de Mel Gibson en Braveheart, intentándonos representar de alguna manera que quieren luchar por sus vidas y no se van a rendir tan fácilmente, en uno de los momentos más cruciales de la historia que se nos está contando, está totalmente de más. En ese momento ya estaba bastante más que establecido que ellos iban a luchar, y si no fuera así de qué hubieramos estado los dos capítulos anteriores viendo cómo se comen la cabeza intentando procesar lo que les está pasando y cómo intentan reaccionar a ello de una manera digna y que no les lleva a la cárcel o a dos metros bajo tierra. No hace falta que nos deis tan masticadito lo que llevamos tres horas de miniserie viendo con nuestros propios ojos.

Realmente, con ese final lo que lo que se ha conseguido es desperdiciar una producción que hasta el momento estaba siendo bastante decente. Ya no sólo era entretenida, si no que los personajes estaban bien perfilados y eran interesantes de ver y escuchar, con unos conflictos tanto internos como entre ellos que añadían un elemento aún más personal, si cabe, a una situación que no era más que un polvorín a punto de estallar. Pena que después de insinuarnos con tanto ahínco que dentro había cuarenta millones de kilos de dinamita, al final sólo fueran unos cuantos petardos mal colocados.

Los perros de Mallorca

17 Feb

No he visto ni Life on Mars ni Ashes to Ashes. Ya lo sé, imperdonable. Aún así, lo que eso quiere decir es que realmente la promoción que se hizo de Mad Dogs como la reunión de los protas de la primera de las dos, Philip Glenister y John Simm, a mí me la resbala bastante. De hecho, casi podrían interesarme más los otros dos, Marc Warren y Max Beesley, que han salido en Hustle y Survivors respectivamente y esas sí las he visto, pero la verdad es que tampoco.

Si realmente empecé a seguir esta serie es por la curiosidad que siempre produce ver cosas rodadas en España por gente de fuera, por saber cómo nos ven (aunque realmente yo esté igual de cerca de Cornualles que de Mallorca) desde otro país. Por eso también quiero terminar de ver de una vez Benidorm, que va a empezar en breves su cuarta temporada y me va a acabar pillando el toro.

Bueno, pues por supuesto, el retrato de Mallorca como la capital española del sol y la fiesta, ese típico tópico británico y alemán, no puede faltar. De hecho, junto con unos paisajes preciosos, es lo único que se ha visto de la isla de momento. Al menos no se pone a España como la hermana europea de México, como se hace en las series estadounidenses (con la excepción del País Vasco). Y al contrario que al otro lado del charco, los ingleses no se han olvidado de cuidar un poco el realismo lingüístico y se han sacado de la manga unas pronunciaciones y una gramática bastante decentes, incluso para los personajes que vienen de vacaciones.

Ahora, lo que es la serie en sí me desconcertó bastante. La cosa empieza con unos vídeos en los que a los cuatro protas (todos bastante interesantes, por cierto) se les pide que les digan unas palabras a sus hijos que suenan bastante más a despedida que a obertura, pero que a la vez sirven para darnos una buena pincelada de las personalidades que nos vamos a encontrar de ahí en adelante. A partir de ahí, pues lo que me esperaba ver: cuatro tíos de vacaciones pagadas por un colega del pasado en una mansión de la leche, y en medio ciertos detalles que dan a entender que la cosa no va a acabar muy bien, como esas llamadas de teléfono tan misteriosas y la historia del yate. Hasta que llegamos al final, con esa máscara de Tony Blair bastante inquietante y ese disparo fatídico que deja tan abiertas las trama. La verdad es que no tenía ni puta idea de que estaba viendo una serie de ¿intriga?, creía que era una comedia algo gamberrilla y ya, de ahí mi sorpresa.

Aún así, si bien ha sido un capítulo bastante potable y un inicio interesante, quizá se han tirado más tiempo del debido en establecer que Aldo (el dueño de la casa) era un poco… digamos traste, y que en realidad se estaba despidiendo. El resultado es que el cliffhanger final, que en un primer episodio siempre debe sorprender y es cuando más que nunca tiene que dejar al espectador con ganas de más, estaba totalmente telegrafiado. En cuanto recibió la primera llamada telefónica y le dijo a los chavales que les dejaba la casa en el testamento, ya sabías que la cosa sólo podía de mal en peor, lo que al final se confirma.

Pero bueno, a pesar de ese pequeño detalle, que realmente se magnifica bastante cuando estás viendo una serie como Mad Dogs, que sólo va a tener cuatro partes, le seguiremos la pista. Hoy echaron la segunda, así que dentro de un par de semanas veremos cómo ha ido la cosa, pero de momento aparenta que bien.