Ayer ha terminado, al menos por el momento, Sherlock, la nueva adaptación de las míticas aventuras de personaje creado por Conan Doyle, actualizado al siglo XXI por Stephen Moffat -a quien hemos visto en otras series como Coupling, y como no, Doctor Who– y Mark Gatiss -la única persona en haber escrito y actuado en la serie del Timelord-.
Después de ese tremendo cliffhanger con el que la serie se despide, al menos hasta que se sepa si la BBC va a seguir adelante con ella -lo cual es probable viendo los índices de audiencia que ha sacado-, con un gran sabor de boca. Los tres episodios de una hora y media de duración de la serie que para mí han sido la serie sorpresa del verano han sido bastante sólidos, y lo que es más importante, tremendamente entretenidos. Sin embargo, algo por lo que creo que siempre recordaré esta serie es por lo innovador en cuanto a las formas de comunicación con el espectador, y los que me hayáis visto, seguro que sabéis a que me refiero. Sí, esa costumbre de sobreimpresionar en pantalla los mensajes de móvil, las notitas que le van dando o incluso la corriente de pensamientos que se le pasan a Sherlock Holmes por la cabeza. ¿Qué es lo bueno de esta técnica? Por un lado, no hace falta el típico plano enfocando al móvil, a la nota o a lo que sea, y por lo tanto la escena queda más fluída y suave, no se rompe la tensión de la escena y además nos permite ver las reacciones del que lo reciba en ese momento.
Pero bueno, al grano. De los tres episodios, el más flojo es el segundo -no por ello malo- y el tercero está muy bien, pero para mí el mejor es el primero. Quizá ayude la sorpresa inicial de ver a Sherlock usando móviles y portátiles, o teniendo página web propia, y de Watson con blog y recién salido de Afganistán. Sorpresa que a la que en el segundo capítulo ya estás acostumbrado. Especialmente en este episodio inicial, aunque en los demás no se diluye, la sensación de estar viendo a una nueva reencarnación del Doctor pero con principios morales diferentes es constante. Un Doctor más oscuro y sin TARDIS, pero Doctor al fin y al cabo. Tanto los gestos y expresiones faciales de Benedict Cumberbacht como el vestuario (unos trajes mas claros y unas Converse All Star y clavado) ayudan muchísimo a esa expresión. Y bueno, supongo que que escriba quien escribe ayuda muchísimo.
Termino ya diciendo que habrá que estar muy pendiente a ver qué hace la BBC ahora con esto, y que el título de este post era muy obvio, ¿no?