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Louie, Louie, Louie, Louaaaaa

8 Sep

Ayer ha acabado la primera temporada de Louie, el segundo intento del cómico Louis C.K de tener una serie propia después de la malograda Lucky Louie, que no pasó de los trece capítulos. Afortunadamente, la serie que nos ocupa hoy ya está renovada para una segunda temporada, lo que me alegra sobremanera, ya que para mí es la comedia revelación del año.

Con también trece episodios y emitida por la FX, Louie nos cuenta las historias de patetismo del propio cómico, intercaladas con segmentos de sus actuaciones tipo club de la comedia. Es una serie de autor, es decir «yo me lo guiso, yo me lo como», ya que él dirige, escribe y es el personaje principal en todos los capítulos.

La primera temporada ha comenzado dubitativa. El piloto era un poco WTF, la medida de la serie aún no estaba cogida y parece más un proceso de adaptación que otra cosa. Es a partir del segundo cuando la serie comienza a exhibir su grandeza, comenzando por una conversación en una partida de poker sobre el sexo gay. Ahí es cuando dices «esto promete», y en los posteriores capítulos nos deja muchos momentos memorables, como cuando se fuma la maría con su vecino, cuando va al dentista o su sueño con la presentadora de las noticias.

El personaje principal es un cómico patético e inadaptado al que las situaciones sociales no se le dan muy bien, y que intenta rehacer un poco su vida después de divorciarse. Intentar ligar o hacer amigos fuera de los círculos cómicos es toda una pesadilla para é. Tiene dos hijas a las que quiere por encima de todas las cosas y que entran mucho en sus historias, para lo bueno y para lo malo. Me pregunto en el día de mañana, cuando esas niñas crezcan, qué pensaran de esta serie.

Y es que Louie tiene tanto de ficción como de autobiográfico. La madre es uno de los ejemplos de esto. Tenemos en un episodio a una persona odiosa y que puede hacer cualquier cosa para llamar la atención de sus hijos, y dos después a una madre con mucha paciencia, buena y bondadosa, que parece comprenderle. Cierto es que hay una diferencia de edad y de tiempo entre ambas, pero no parecen ser la misma. Sólo nos queda adivinar a nosotros cuál es la ficcional y cuál la real.

La estructura de los capítulos es muy extraña. En algunos tenemos segmentos que paece que no están conectados entre sí, aunque muchas veces haya un tema común, y en otros tenemos historias contínuas que duran todo el episodio. Y todo intercalado con trozos de sus monólogos, claro. La verdad, funciona mucho mejor este último tipo, ya que al primero a veces le falta algo de coherencia.

Y luego están los temas que trata, de una manera un poco bestia, todo hay que decirlo. Desde el sexo de todo tipo, hasta lo desagradable que es entrar en el baño de un aeropuerto, pasando por el secuestro de niños o la religión católica.

Veremos si dentro de un año, la segunda temporada aguanta tan bien como lo ha hecho la primera. Ojalá que sí, porque de momento merece mucho la pena y sería un gran manchón en una serie que hasta ahora ha sido una delicia.