Archivo | Diplomatic Immunity RSS feed for this section

Meanwhile, in New Zealand…

15 Mar

Empiezo a pensar que tenemos bastante ya no olvidada, sino menospreciada, la comedia que se hace en el Pacífico. Ya hablé un par de veces por aquí de dos de las series del australiano Chris Lilley, We Can Be Heroes y Summer Heights High, que no hubiera descubierto en la vida si no fuera por una amiga neozelandesa que me habló de esta última. Su nuevo proyecto, Angry Boys, es una colaboración entre la ABC australiana, la HBO y la BBC. Ahí es ná.

Sin embargo, mi último descubrimiento no viene del país de los canguros, sino del de Flight of the Conchords. Hará como un par de años, TVNZ estrenó Diplomatic Immunity, y a pesar del tiempo que estuve buscándola y lo que me costó encontrarla, por fin pude echarle un ojo.

Diplomatic Immunity es una comedia de media hora que se ambienta en la embajada de Feausi, un ficcional un archipiélago gobernado por un monarquía absolutista y a la vez protectorado neozelandés muy al estilo de Niue o las Islas Cook, a donde es destinado Leighton Mills como agregado diplomático de Nueva Zelanda en la misión feausiana.

Al leer de qué va la cosa, ya os podéis imaginar por dónde van los tiros: el tópico del pez fuera del agua. Coger a alguien y meterlo en un ambiente que no es el suyo es quizá uno de los puntos de partida más utilizados en la historia de la comedia. Así que como europeo que soy, para mí lo novedoso está en cómo es ese ambiente. No es habitual en las producciones que vemos normalmente en España o Estados Unidos hacer gracias sobre los archipiélagos del Pacífico, más allá de quizá alguna muy aislada en UK a costa de los jugadores de rugby, así que una serie con esta temática es casi revolucionaria.

Por supuesto, Diplomatic Immunity aprovecha para meterse en varios asuntos de aquella parte del mundo. Hay tres que sobresalen por encima de todas: la crítica a las monarquías absolutistas que hay por allá y a sus chaladuras de cabeza, la visión que tiene el mundo industralizado de las costumbres de esos países y el complejo de inferioridad que tiene Nueva Zelanda por culpa de la autocomparación con Australia y con el resto del mundo, que por cierto también se puede ver en Flight of the Conchords. Sin embargo, el que para mí es el mejor momento de la serie tiene más que ver con los efectos de la colonización, cuando en una demostración los feausianos enseñan su danza guerrera más importante y resulta ser el baile de los pajaritos.

Por otro lado, quizá uno de los puntos más flojos está en los actores. Así como David Fane haciendo de Jonah, el embajador, sí está grandioso en su papel, Craig Parker como Leighton Mills falla un poco. Es un personaje muy parecido al Michael Bluth de David Bateman en Arrested Development, ese tipo serio y trabajador pero con un cierto punto de ineptidad social que se encuentra en un entorno muy fuera de su zona de comodidad. La diferencia es que Parker no es capaz de llevar la carga de humor de la serie, algo que es muy difícil de conseguir cuando tu personaje no está diseñado para hacerse el gracioso. Menos mal que los guionistas también lo han visto pronto, con cada capítulo que pasa las tramas dejan de centrarse en él para poner el foco en el resto de los empleados de la embajada, y gracias a esa agilidad no empaña el resultado final.

Así a todo, he de advertir que a esta serie hay que darle algo de tiempo. No empieza a despegar hasta el cuarto o el quinto capítulo, y sé que cuando sólo se tiene una temporada de trece eso es bastante. Eso sí, tampoco os esperéis una maravilla a lo Arrested DevelopmentDiplomatic Immunity es una muy buena aproximación a la comedia que se hace en las antípodas y nada más.