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En las trincheras de la guerra que no fue guerra

2 Sep

Estos días estuve viendo una miniserie de la cadena TNT llamada The Company, basada en la novela homónima de Robert Littell y emitida en verano de 2007, que trata sobre los trabajos de espionaje y contraespionaje de la CIA durante la Guerra Fría vistos a través de los ojos de tres amigos recién graduados de Yale. Dos de ellos acabarán trabajando para los americanos y el tercero para la KGB. Son seis capitulos de 45 minutos, pero están condensados en tres de una hora y media.

Si te gusta este tipo de drama histórico, y teniendo en cuenta que la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría son mis periodos favoritos de la Historia, la miniserie te va a gustar como me gustó a mí. Y yo incluso diría que es una buena miniserie. Pero tiene un problema muy grande, y es el americanismo que está imbuído en todo. En todo este tipo de producciones es de esperar que algo haya, y supongo que no lo pueden evitar, pero es que a veces es ya exagerado. Y este es uno de estos casos.

Por supuesto, los comunistas son los malos malísimos que quieren que América tenga el mismo sistema de la Unión Soviética. La diferencia en esta miniserie con las típicas adaptaciones de esta época es que no lo hacen por ansias de poder o por joder, lo hacen por auténtico convencimiento ideológico, porque de verdad piensa que su ideología es la mejor para el bienestar del ser humano. Y claro, los americanos son los buenos buenísimos, y como héroe del país, tenemos a Jack McAuliffe (Chris O’Donnell). Su personaje es tan patriota y busca tanto el bien de los pueblos atrapados bajo el yugo soviético que llega a resultar repelente. En la CIA también está James Angleton, uno de los mejores analistas que hay, interpretado por un Michael Keaton que está muy bien en este papel. Con la calma en su voz y en sus gestos consigue transmitir muy bien el aspecto neurótico obsesivo de su personaje.

Otra de las cosas que me llamó la atención es que la miniserie tiende mucho a exonerar a la CIA de todas sus cagadas durante la Guerra Fría. En concreto, se nos presentan como escenarios la Berlín de la postguerra, la revolución húngara de 1956 y la invasión de Bahía Cochinos, aunque altamente ficcionalizados. En la realidad fueron eventos en los que la CIA dejó en la estacada a los movimientos implicados, y aquí también, pero la culpa es siempre o del Gobierno o de los topos del KGB, nunca de la mala planificación o de intentar más de lo que realmente se puede hacer con los medios que se tienen.

Pero bueno, en los aspectos positivos, la historia está muy bien y es muy coherente. Leí por ahí que puede llegar a ser demasiado complicada debido a todas las tramas que tiene, pero nada más lejos de la verdad. Hay tres tramas bien diferenciadas, la de la CIA, la de la búsqueda del topo y la del KGB. Esa búsqueda del topo que realmente está metida para darle emoción a un final que está escrito en los libros de texto de Historia.

Pero bueno, yo he quedado bastante contento al verla, y no tengo sensación de pérdida de tiempo. Si os gusta el tema y queréis echarle un ojo, yo creo que tampoco la tendréis.